Motivada por la última polémica que rodea al mundo del libro, de las editoriales, del autor, y de los ebooks, me he decidido a hacer una entrada en mi humilde blog para intentar acercaros a mi opinión acerca de todo este asunto. Es un tema peliagudo, de estos que consiguen sacar lo peor de cada uno, pero como yo soy muy pacífica, espero que consigamos llegar todos a un acuerdo.
Ante todo: amo la lectura. Los libros han sido y siguen siendo una de las partes más importantes de mi vida. He crecido entre páginas y letras, entre rimas y frases que me llevaron a mundos increíbles desde la más tierna infancia. Vivo rodeada de ejemplares, en mi estantería no hay hueco, por lo que los nuevos que van llegando tienen que conformarse con apilarse en diferentes zonas de mi habitación. Esto no cambió cuando me compré mi libro electrónico las navidades pasadas.
Yo era una escéptica. He pronunciado muchas veces la frase "no hay nada como el olor de un libro". Pero cuando me concedieron la beca erasmus a Alemania, y tras un par de meses allí fui consciente de que si quería mantener mi ritmo de lectura, necesitaba una alternativa que no pasara por destrozar mi espalda y mi tarjeta de crédito para poder llevar una maleta cargada de libros a través de las malvadas compañías de vuelos. Esas navidades, retorné al país de la cerveza con unos cuantos kilos menos, y unos cuantos libros más.
Lo primero que me sorprendió, fue la pantalla. No me habían mentido: la tinta electrónica no tiene nada que ver con las pantallas de ordenador. Años atrás había hecho intentonas de leer alguna cosa en el ordenador, pero sólo había conseguido hermosos dolores de cabeza. Con mi ebook, eso no sucedía. La vista se cansaba lo mismo que con un libro de papel: ni más ni menos. Lo segundo que me sorprendió fue la batería. Ahora, un año después, aún no me he encontrado en la tesitura de tener que parar de leer por no poder cargarlo. ¿Y si te lo llevas de viaje y no tienes un enchufe a mano?, me diréis. Pues bien, yo os diría que cuando vas de viaje, no te llevas una biblioteca contigo. La batería de un ebook dura lo suficiente como para leer el mismo número de libros que meterías en la mochila.
La mayor desventaja que le veo es la fragilidad. Yo no me lo llevaría a una playa, por poner un ejemplo. Acerca de este punto no tengo nada que discrepar: un libro no se rompe fácilmente, al menos no por caídas o choques.
Pero hay un problema, un problema a nivel mundial, y no lo podemos obviar. Los recursos son limitados, y al ritmo al que va la humanidad, terminaremos por exprimir al planeta hasta llegar a un punto de no retorno. Aunque duela, tenemos que renunciar a algunas cosas. No voy a mencionarlas todas, porque no vienen al caso. La que nos interesa aquí es el papel. Porque sí: el papel se agota. Infinidad de libros se anquilosan en las estanterías de las librerías, cogiendo polvo. Y no se para de producir.
Por eso ha surgido el nuevo mercado: el mercado digital. Claro que para cualquier gadget estás utilizando materiales que tampoco son los adecuados, pero por algún lado hay que tirar. El mercado digital ofrece un sistema de venta nuevo, más cómodo y sencillo. Nos encontramos en una de esas encrucijadas de avance de la historia, en la que un sistema por desgracia obsoleto tiene que renovarse o morir, pudiéndolo hacer dignamente o no.
Aquí en España, son las editoriales y distribuidoras las primeras en poner trabas al avance de la tecnología. Pero ellos no lo hacen por el olor de los libros. No lo hacen porque añorarían tener una casa llena de volúmenes. No. Lo hacen por el dinero, y eso es lo que más me fastidia. Vivimos en una era en la que todo intermediario se llena la boca con las palabras "derechos de autor". Culpan a la piratería, la señalan con el dedo. Desvían nuestra atención para que no veamos lo obvio. Que si lo digital gana, no pierde el autor, pierden ellos.
Pongamos por caso: un autor publica un libro con una editorial. El precio de venta ronda los 20 euros. Mucha gente ya ni se plantea comprárselo a ese precio. De todas formas, el autor, al final, percibe 2 euros por libro vendido.
Otro autor decide que está harto de tanta pantomima. Distribuye él mismo su libro por una plataforma digital. Pongamos que el precio del libro es de 6 euros. Triplica el beneficio, y al consumidor le sale unas cuatro veces más barato.
Obviamente, esto no es exactamente así: las cifras pueden variar, y el beneficio del medio digital puede no ser íntegro para el autor. Pero creo que podéis ver por dónde van los tiros.
No sé si me he conseguido expresar adecuadamente. Es posible que esta entrada no sea más que un batiburrillo de ideas, y que no se entienda claramente el objetivo. Pero necesitaba desahogarme.
PD: Y que conste que a mi vuelta de Alemania tuve que donar calzado, ropa y objetos para poder traerme a casa todos los libros que adquirí estando allí. En el fondo soy una romántica...
Ante todo: amo la lectura. Los libros han sido y siguen siendo una de las partes más importantes de mi vida. He crecido entre páginas y letras, entre rimas y frases que me llevaron a mundos increíbles desde la más tierna infancia. Vivo rodeada de ejemplares, en mi estantería no hay hueco, por lo que los nuevos que van llegando tienen que conformarse con apilarse en diferentes zonas de mi habitación. Esto no cambió cuando me compré mi libro electrónico las navidades pasadas.
Yo era una escéptica. He pronunciado muchas veces la frase "no hay nada como el olor de un libro". Pero cuando me concedieron la beca erasmus a Alemania, y tras un par de meses allí fui consciente de que si quería mantener mi ritmo de lectura, necesitaba una alternativa que no pasara por destrozar mi espalda y mi tarjeta de crédito para poder llevar una maleta cargada de libros a través de las malvadas compañías de vuelos. Esas navidades, retorné al país de la cerveza con unos cuantos kilos menos, y unos cuantos libros más.
Lo primero que me sorprendió, fue la pantalla. No me habían mentido: la tinta electrónica no tiene nada que ver con las pantallas de ordenador. Años atrás había hecho intentonas de leer alguna cosa en el ordenador, pero sólo había conseguido hermosos dolores de cabeza. Con mi ebook, eso no sucedía. La vista se cansaba lo mismo que con un libro de papel: ni más ni menos. Lo segundo que me sorprendió fue la batería. Ahora, un año después, aún no me he encontrado en la tesitura de tener que parar de leer por no poder cargarlo. ¿Y si te lo llevas de viaje y no tienes un enchufe a mano?, me diréis. Pues bien, yo os diría que cuando vas de viaje, no te llevas una biblioteca contigo. La batería de un ebook dura lo suficiente como para leer el mismo número de libros que meterías en la mochila.
La mayor desventaja que le veo es la fragilidad. Yo no me lo llevaría a una playa, por poner un ejemplo. Acerca de este punto no tengo nada que discrepar: un libro no se rompe fácilmente, al menos no por caídas o choques.
Pero hay un problema, un problema a nivel mundial, y no lo podemos obviar. Los recursos son limitados, y al ritmo al que va la humanidad, terminaremos por exprimir al planeta hasta llegar a un punto de no retorno. Aunque duela, tenemos que renunciar a algunas cosas. No voy a mencionarlas todas, porque no vienen al caso. La que nos interesa aquí es el papel. Porque sí: el papel se agota. Infinidad de libros se anquilosan en las estanterías de las librerías, cogiendo polvo. Y no se para de producir.
Por eso ha surgido el nuevo mercado: el mercado digital. Claro que para cualquier gadget estás utilizando materiales que tampoco son los adecuados, pero por algún lado hay que tirar. El mercado digital ofrece un sistema de venta nuevo, más cómodo y sencillo. Nos encontramos en una de esas encrucijadas de avance de la historia, en la que un sistema por desgracia obsoleto tiene que renovarse o morir, pudiéndolo hacer dignamente o no.
Aquí en España, son las editoriales y distribuidoras las primeras en poner trabas al avance de la tecnología. Pero ellos no lo hacen por el olor de los libros. No lo hacen porque añorarían tener una casa llena de volúmenes. No. Lo hacen por el dinero, y eso es lo que más me fastidia. Vivimos en una era en la que todo intermediario se llena la boca con las palabras "derechos de autor". Culpan a la piratería, la señalan con el dedo. Desvían nuestra atención para que no veamos lo obvio. Que si lo digital gana, no pierde el autor, pierden ellos.
Pongamos por caso: un autor publica un libro con una editorial. El precio de venta ronda los 20 euros. Mucha gente ya ni se plantea comprárselo a ese precio. De todas formas, el autor, al final, percibe 2 euros por libro vendido.
Otro autor decide que está harto de tanta pantomima. Distribuye él mismo su libro por una plataforma digital. Pongamos que el precio del libro es de 6 euros. Triplica el beneficio, y al consumidor le sale unas cuatro veces más barato.
Obviamente, esto no es exactamente así: las cifras pueden variar, y el beneficio del medio digital puede no ser íntegro para el autor. Pero creo que podéis ver por dónde van los tiros.
No sé si me he conseguido expresar adecuadamente. Es posible que esta entrada no sea más que un batiburrillo de ideas, y que no se entienda claramente el objetivo. Pero necesitaba desahogarme.
PD: Y que conste que a mi vuelta de Alemania tuve que donar calzado, ropa y objetos para poder traerme a casa todos los libros que adquirí estando allí. En el fondo soy una romántica...
7 comentarios:
Ya sabes mi opinión, adoro las librerías y los libros en formato tradicional y por ahora los ebooks no me convencen. Sin embargo entiendo la importancia de ahorrar papel, de frenar la producción excesiva y de buscar alternativas. Creo que si las editoriales pusieran un poquito de su parte se podría alcanzar algún acuerdo intermedio que permita que los dos formatos coexistan. Reciclaje, utilización de otros tipos de tinta, impresión "a pedido" (recuerdo haber visto un reportaje de una librería donde tenían libros "de muestra" y se imprimía y enviaba a domicilio el libro que el consumidor quería)... No sé, me cuesta desprenderme de mi tradición y de mi sueño de tener un estudio lleno de libros por todas partes.
Obviamente, si hay que renunciar se renunciará, pero creo que antes de llegar al extremo hay posibilidades interesantes. Por no hablar de que la producción de dispositivos electrónicos también consume muchísima energía que no siempre es menor que la de la producción de un libro en papel.
En fin, es un tema complejo, pero yo creo que el mayor problema es la producción desenfrenada por parte de las editoriales, más que el consumo de cada uno.
El problema es que son las editoriales las que no quieren que el mercado de ebooks crezca. Si no ponen de su parte, no se puede llegar a nada actualmente :/
Las editoriales se escudan en nuestra tradición pirateadora. Detrás de esas editoriales, hay autores que piensan igual, vamos, demasiado "románticos". Está chupado bajarse un ebook y leer sin pagar un duro, pero entramos en el debate moral del consumismo gratuíto que nos mola tanto. En otros países no ocurre, y el modelo funciona. Son todo ventajas.
Sí, mola oler un libro nuevo, es casi opio. Mola tener una habitación llena de libros, pero no mola sacarles el polvo a todos. No mola prestar un libro y que te lo devuelvan con imperfecciones en las tapas, páginas un poco rotas, o esa gota del café mañanero del domingo que se te escapó. O incluso no recordar a quién se lo dejaste (o que éste olvide siempre devolvértelo).
Comparar el coste de libros en papel con un ebook... vaya una cuestión. ¿Cuántos libros puedes leer durante la larga vida de tu ebook? ¿Cuántos años te dura el ebook? (si pagas por los libros son tuyos para siempre en el dispositivo que quieras). Porque no veo lo de cambiar el ebook cada año o cada dos como cambiamos de móvil. No veo la obsolescencia programada que se ve en otros aparatos electrónicos.
Lo del mercado en España lo veo bien crudo: las editoriales no ceden, y los usuarios de ebooks no pagarán por sus libros electrónicos porque no existen alternativas que hay en nuestros países vecinos. Se frotan las manos porque ser carca mola, y además propicia que se continúe siendo carca.
Me ha gustado que no entraras en el terreno de las marcas de ebooks. Cualquier gafapastosa se habría aprovechado para mirarse al ombligo.
El tema de las descargas gratuitas ilegales también es un asunto importante que las editoriales utilizan para justificar su reticencia a ceder al mercado de los ebooks.
No sé cuánto cuesta un libro en formato digital en España, pero sé que los libros en papel son aquí mucho más caros que en otros países. Quizá eso influya también de alguna manera.
El ebook aquí es absurdamente caro. Pretenden sablar sobre 18 euros si el libro es novedad. No tiene ni pies ni cabeza.
Además, los libreros tienen prohibido (por ley, hasta dónde yo sé, pero podría equivocarme) bajar más de un 5% del precio establecido.
Hugo, pues claro que no entro en marcas :P. ¿Qué te pensabas? :P
Yo le veo una pequeña incoherencia a tu artículo, y es sobre el comentario del recurso limitado del papel. El papel viene de las plantas, y las plantas como ser vivo nacen, crecen, se reproducen y mueren, es decir, forman un ciclo de vida lo suficientemente corto para ser consideradas una fuente de material renovable. Otra cosa es el espacio físico de almacenamiento, pero ese ya es un problema planteado desde hace mucho y especialmente sufrido por las librerías, que a día de hoy funcionan mayormente con pedidos.
En cuanto al ebook en si y el precio de los libros virtuales mi opinión es que las editoriales nunca se bajarán del carro de cobrar lo máximo posible y que al final, con el avance de la tecnología y de la formación personal, la mayoría de autores se orientarán hacia la red y la autoedición propia en formato virtual sin pasar por molestos intermediarios.
Te has expresado perfectamente. Comparto tu opinión, aunque por ahora no tengo ebook, pero no lo descarto.
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