
A veces sigo escribiendo para
Nadie.
Hacía bastante que no lo hacía. Escribir para
Alguien es mucho más fácil. Las palabras dejan su marca de tinta en el papel sin esfuerzo alguno, se entrelazan entre ellas formando un sentido común.
Escribir para
Nadie es más complejo, porque es imposible alcanzar una linealidad. Porque aunque se intente, las palabras pierden su sentido cuando no van dirigidas a nadie. Cuando van dirigidas a
Nadie.
Y esa carencia de sentido es la que me apasiona. Me gusta dejar fluír el torrente de palabras en forma de sentimiento abstracto, no como algo tangible. Puedo expresar lo que quiera y como quiera, porque nadie lo va a entender. Porque
Nadie lo va a entender.
Por eso me gusta el concepto de
Nadie. Porque es compañía, es soledad, es amor, es odio, es vida, es muerte, es fuerza y es debilidad. Porque lo es todo, y no es nada. Porque es todo lo que me ha pasado, y también es lo que nunca me pasará. Porque es una vía de escape del mundo. Porque representa todo lo que quiero y todo lo que no quiero.
Sigo escribiendo para
Nadie.
[Y en el fondo, sé que tiene más sentido del que le quiero dar.]