domingo, 22 de mayo de 2011

REVOLUCIÓN

Por ti, por mí, por todos. Por los que queremos cambiar el mundo antes de que este nos cambie a nosotros. Salimos a la calle a diario, para dirigirnos a donde nos lleven nuestros pies. Algunos estudiamos, otros trabajan, a otros no les dejan hacer ni lo uno ni lo otro. En cualquier caso, hay algo que nos une, y es la rabia, la indignación. El saber que vivimos en un mundo dominado por unos pocos, en el que no puedes hacer nada sin que se rían de ti y te den unas palmaditas condescendientes en la cabeza. Un mundo en el que quieren dar la impresión de que hagas lo que hagas no servirá de nada, porque ellos seguirán ganando el dinero por el que sudas tú.


NO. No quiero vivir en ese mundo. Quiero el mundo que he visto estos días, por el que me siento tremendamente orgullosa. El mundo en el que la gente sale a la calle a diario, pero para buscar el cambio. Un mundo en el que todos nos olvidemos de pisotear a los demás para ascender, un mundo en el que la fuerza del conjunto pueda derrotar a la minoría que ostenta el poder. Un mundo de apoyo, de poner tu granito de arena por pequeño que sea. Un mundo con una democracia real, donde tu opinión cuente, y donde seas recompensado por tu trabajo.


Hemos llegado a una situación insostenible. Los ricos se hacen cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres. Yo digo NO. Yo digo no a ese mundo infecto, y digo SÍ a la revolución.


Podemos conseguirlo entre todos. El 15M despertamos. El 22M intentaron volver a pisotearnos. A partir de ahora, lo único que podemos hacer es luchar. Luchar. Pelear por lo que es nuestro, por lo que nos merecemos. Luchar hasta reventar, o hasta que revienten ellos. Combatir las injusticias para que los niños del futuro tengan derecho a elegir. Para que lean los libros de historia y sepan que nosotros nunca nos rendimos.


Porque, que no se os olvide, estamos haciendo historia. Cada vez que sales a la calle, cada vez que tomamos una plaza, eso es lo que estamos haciendo. Esta es la nuestra, esta es nuestra propia revolución.


María Eijo López