
Desde el momento en que me dijo su nombre, supe que todo saldría mal. Llámale corazonada, llámale instinto, llámale realismo. Pero lo supe. Supe que le daría vueltas a la cabeza, que ocuparía en ese asunto más minutos de los que quería desperdiciar.
Quizá fui algo catastrofista, dado que no fue para tanto. Pero aún así, no me equivoqué. [Preferiría equivocarme con mis predicciones y no con mis actos...]. Pero ya lo dijo cierto filósofo verde y bajito: "Hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes". Así que lo hice. Y lo hice por mí, aunque intentara autoconvencerme de muchas cosas. Lo hice por mí, por mi ego, por mi caótica mente. Y "ha sido divertido, me equivocaría otra vez". Pero cada vez tengo menos ganas de equivocarme.
Supongo que, como a todos, a veces me gusta ganar.
¿Para cuando una nueva batalla?