La ira es irracional.
Es imposible domarla o doblegarla. No escucha las palabras. No atiende a las posibles consecuencias. Tan solo se deja liberar: espontánea y violentamente en algunos casos, y de manera suave y controlada en otros.
"No pienses en ello, no te merece la pena". ¿Cuántas veces habrán sido pronunciadas esas palabras? Y a día de hoy siguen teniendo ese efecto nulo sobre la ira en sí. No merece la pena. Pero es inevitable.
He podido expulsar mi ira producida por los últimos acontecimientos de manera suave, pero todavía me queda dentro un pequeño resquemor. Supongo que es absurdo por mi parte pretender que se vaya él solo. Y siendo sinceros, supongo que en el fondo me gusta explotar de vez en cuando.
Pero es que, joder, no lo entiendo. De verdad que no lo entiendo. Y por más vueltas que le doy, menos lo entiendo. ¿Qué se supone que es lo que ha pasado? ¿Qué capítulos de la historia fueron los que me perdí? Me frustra en sobremanera el hecho de ser consciente de que he perdido una amistad importante para mí sin ni siquiera saber cómo la he perdido. Me merezco una explicación. Odio este tipo de silencios. Y por eso me llené de ira. Y por eso no he podido evitar darle vueltas a pesar de que el asunto no merezca la pena. A pesar de que aquella amistad que yo tanto valoraba no valga en absoluto la pena.
La vida es, a veces, absurdamente irónica.
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Por suerte, tengo a geniales personitas para recordarme lo tonta que soy por pensar en este tema. Aunque no les haga caso siempre, la mayor parte del tiempo sí, ¡lo juro!]