sábado, 3 de enero de 2009

Live and let die

Vivo intensamente. Saboreo cada segundo, elevándolo a su máximo exponente. Es una de esas cosas relativamente sencillas que me ayudan a ser feliz, a mi manera.

Pero a la vez, soy bastante metódica. Me gusta almacenar cada ínfima minucia en la asombrosa maquinaria de la mente humana. En ocasiones, lo plasmo por escrito, para recordar con fiabilidad todos los detalles. En ocasiones permito que estos se difuminen y vengan a mí en forma de billete de tren, o de entrada de concierto. A veces escribo textos crípticos, que me ayudan a recordar lo esencial.


Estos tres últimos años han sido absurdamente intensos. Si miro hacia atrás, todo parece haber pasado en un suspiro. Pero si lo pienso detenidamente, la abrumadora cantidad de vivencias y acontecimientos que alcanzo a recordar me hacen darme cuenta de lo plena que está siendo mi vida.

Un muy buen amigo hizo que viese todo esto con claridad hoy. No se trata sólo de que presuma de lo feliz que suelo ser, cuando en ocasiones no lo siento de verdad por un sentimiento de no-plenitud. No, a través de los recuerdos, de la sonrisa que invade mi rostro al rememorar, de esta forma sólo puedo ser consciente de un hecho: tengo una vida que me hace muy feliz.
Y sí. El tiempo ha pasado, y sigue pasando verdaderamente rápido. Pero sé que no pasa en vano. Sé que lo he aprovechado. Sé que lo sigo aprovechando. Sé que fui feliz. Sé que, realmente, soy feliz.



[Mil gracias, Hugo, por aguantarme, escucharme, y ayudarme a aclarar mis ideas =)]

1 comentario:

Galliard dijo...

Eres feliz porque vives con esa intensidad y vives con esa intensidad por que eres feliz. De el mismo modo en que transmites esa felicidad e intensidad... ^^!

Al menos esa es mi impresion. Sigue asi ;P