lunes, 19 de enero de 2009

Shy



Ella bajó la mirada. Notaba sus ojos clavados fijamente en su rostro, como si quisiera aprenderse de memoria hasta el más nimio de sus rasgos. La nariz chata, las finas cejas, los carnosos labios que ahora se mordía con sus blancos dientes. Las largas pestañas que actuaban como muro entre los dos.


Ella no se atrevía a alzar la vista. Sabía lo que iba a encontrar en su mirada, y no se atrevía a enfrentarse a ello. Resultaba irónico... ella, la valiente, la arrojada. Reducida a su más mínima expresión por una mirada de aquellos ojos negros.


Pero no era algo a lo que pudiera enfrentarse. No en aquel momento. Mirarle significaría claudicar. Renunciar al mundo que con tanto cuidado había creado. Anularse. Perder su libertad. Mirarle traería como consecuencia no ser capaz de medir las palabras, sentir las piernas temblar. Derrumbar un muro para construír otro justo al otro lado.


Se dio la vuelta bruscamente, y comenzó a caminar por el camino por el que había venido. Era lo mejor. Al menos de momento.

5 comentarios:

Ann dijo...

La verdad es que sí.

Me encanta lo que escribís.

Anónimo dijo...

La fuerza de una mirada es un trayecto de dos direcciones. A veces se evita para no sufrir su capacidad de destrucción; otras veces es una mirada la que nos permite construir mundos nuevos y mejores. Ella tendrá que seguir buscando.

Tidus_20 dijo...

Qué artístico my god.

Nullien dijo...

Te mola, eh, Tid? XDDDDDDDDDD

Karela dijo...

oh me encanta... x.x es genial!